Blockchain: Una cuestión de confianza

Después de la publicación de mi primer artículo relacionado con Blockchain he tenido la ocasión de debatir con algunos compañeros de profesión y algunos amigos. No he conseguido convencer a ninguno de ellos pero la discusión resultó interesante y os la dejo en estas breves líneas.

La primera gran confusión que enturbia el debate es entender que Blockchain es lo mismo que las monedas criptográficas.

Hagamos un ejercicio de abstracción: Blockchain es una herramienta sobre la que implementar procesos de intercambio de valor entre pares. Estos pares forman una red y cada elemento de ella se puede relacionar con el resto, mediante unos procesos seguros, claros y auditables.

Y ahora hagamos un ejercicio de concreción: Comentaba más arriba que Blockchain es una tecnología que opera en redes de pares. ¿Como se forman estas redes en el mundo real? Pues en ocasiones los pares se relacionan en forma de colaboración con cierta confianza, como cuando se da una relación cliente/proveedor. En otras, esta relación no se da. Los elementos podrían llegar a ser competencia incluso. Si buscáramos un caso en el mundo real, esta relación se da por ejemplo en las asociaciones de empresarios. Todos ellos entienden que individualmente deben ganar el máximo beneficio, pero que si se asocian pueden entablar relaciones que defiendan al sector sobre el que operen.

¿Y como aplica Blockchain en todo esto?

Todavía hay poquísimos casos prácticos donde se pueda comprobar empíricamente la mejora o las ventajas que ofrece Blockchain para formar redes de humanos más sólidas. Pero, comentaba en mi artículo anterior, que la sociedad moderna tiene una crisis de confianza. Esto deteriora la calidad de las relaciones que se dan en los grupos, dejando a los miembros en una soledad individualista y aniquilante. Y esto justifica que, al menos, existan iniciativas que analicen posibles soluciones desde diferentes perspectivas.

Blockchain en mi opinión no es, ni de lejos, la piedra filosofal sobre la que solucionar los retos del futuro. Las cuestiones humanas no se solucionan aplicando tecnología, es justamente al revés, cuando los humanos nos damos cuenta de que tenemos un problema, creamos tecnología para tratar de solucionarlos.

Pero ¿Qué casos prácticos tenemos de Blockchain?

También lo analizaba en mi artículo anterior (para más detalle en esta respuesta vaya al curso de Introducción a Hyperledger).

Poca gente imaginaba en los 60, que íbamos a contar con dispositivos que caben en un bolsillo con el que contactar mediante el uso de vídeo a color con personas al otro lado del globo en cuestión de segundos y en directo. O que íbamos a poder contar con esta ingente cantidad de datos para formarnos e informarnos sobre todo lo que pasa en el mundo. O sobre los fenómenos dañinos que esto provoca como puede ser la “infoxicación”, las “Fake news” o la crisis de atención y dependencia de lo inmediato.

Pues bien, esta tecnología todavía está “en pañales”. No se ha aprovechado todo su potencial. Hay quien imagina que cuando surgió Internet todo fue fluido pero no fue así. Hoy ya hay empresas que están aplicando sobre la cadena de suministro, para garantizar el origen de la materia prima de sus productos, o aplicándola a los procesos educativos para ofrecer trazabilidad y transparencia sobre las habilidades adquiridas. También para las ayudas a terceros, para que las donaciones, tanto materiales como dinerarias, lleguen al destino y se apliquen sobre los objetivos previstos.

¿Y cuando los procesos fallan, quién se responsabiliza?

Esta duda es de las más interesantes. Implica un cambio de paradigma en la conciencia de las personas. Desde luego que la organización de las cuestiones sociales, soportadas por los grandes liderazgos individuales, tienen sus ventajas. Que es fácil asignar toda la responsabilidad a una sola persona, física o jurídica, y que sea esta quien asuma las consecuencias de una mala praxis y si no se soluciona acudamos a las instituciones de orden superior como son los estados o los poderes judiciales.

Pero aquí hemos de preguntarnos si esta forma de relacionarnos es la más adecuada para todos los casos. ¿Donde deberíamos de poner el foco?¿En la confianza que nos genera los grandes líderes o las grandes marcas?¿O ponemos el foco en los procesos que se han de seguir para consolidar esa confianza? Si tuviera que responder, elegiría la segunda opción pues hay que mejorar los procesos que se llevan a cabo en las distintas relaciones humanas. Y es que no se trata de eliminar a los intermediarios, a los estados o romper con las autoridades centrales como puedan ser los bancos. De lo que se trata es de proveer de mecanismos para que estas instituciones puedan realizar mejor su labor apoyándose en tecnologías seguras, auditables y trazables. No se trata de sustituir por tecnología a los humanos en la resolución de sus conflictos, se trata de abordar los problemas con nuevas herramientas, pero antes hemos de reconocer que tenemos esos problemas . . . . y eso . . . eso no está tan claro.

Si todo muy bien, pero Blockchain es caro y ya existen tecnologías que podrían haber resuelto esto mucho antes.

Comenta Bruce Schneier (un experto en seguridad) en este artículo, que esta tecnología no aporta nada nuevo y que lo que aporta lo hace mucho peor. Pues desde estas modestas líneas me gustaría repetir que esta tecnología está en fase embrionaria, que hay un esfuerzo muy importante en la estandarización de los mecanismos tecnológicos para la construcción de la “confianza distribuida” en los intercambios de valor entre humanos y que, en realidad, esto es cuestión de las prioridades que como sociedad globalizada consigamos darnos.

Los enfoques que aporta Scheneir son muy interesantes pero su discusión quizás la haga más adelante.

Mientras tanto seguiré dándole vueltas a la pregunta: ¿Será posible que las sociedades elaboren métodos de construcción de la confianza de forma distribuida o es más cómodo y útil hacer descansar ese peso en los liderazgos individualistas que conocemos hoy?

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